El miedo es una emoción básica del ser humano y necesario para la supervivencia. Advierte ante una posible amenaza a nuestra integridad, nos impide saltar desde lugares peligrosos o acercarnos a animales salvajes e insectos dañinos.
Es común que las personas se asusten ante determinados animales o insectos, a las alturas, a viajar en avión, a la oscuridad, a la sangre, a las inyecciones, los truenos, los espacios cerrados, etc. Pero, no en todos los casos se trata de una fobia.
El miedo y la fobia
El miedo puede paralizarnos, el corazón se acelera, las manos comienzan a sudar, las piernas no responden y la respiración se vuelve entrecortada. El instinto te impulsa a alejarte rápidamente. No se piensa racionalmente ni es posible calmarse, aunque la razón diga que no hay tal amenaza, porque sólo se trata de un pequeño ratón. No tienes miedo común, tienes una fobia.
El miedo surge de algo concreto, real y peligroso; la fobia es algo concreto, pero subjetivamente peligroso. En el miedo, la respuesta es compartida, en la fobia no. La intensidad emocional es mucho mayor en la fobia que en el miedo.
La situación fóbica se evita activamente con miedo o ansiedad inmediata e intensa; son desproporcionadas, persistentes y duran más de seis meses. Causan malestar significativo, deterioro social o laboral. Las fobias específicas suelen presentarse por primera vez en la infancia o al comienzo de la vida adulta y, si no son tratadas, pueden persistir durante muchos años.
¿Qué son las fobias específicas?
Son aquellas en las que el elemento que produce un fuerte temor o miedo puede ser localizado y aislado del resto de manera relativamente sencilla; produce un miedo intenso, persistente, excesivo o irracional ante objetos o situaciones concretas (animales, alturas, espacios cerrados, etc.). La proximidad física de la situación temida provoca una respuesta inmediata de ansiedad (sudoración, taquicardia, palpitaciones, temblores, mareo, etc.) que puede llevar al ataque de pánico, por lo que la persona tratará de evitar esas situaciones en el futuro.
Las fobias específicas más comunes:
- Fobia a las alturas (Acrofobia): Temor intenso e irracional a las alturas, incluso cuando no hay ningún riesgo. Quienes sufren esta fobia presentan una gran ansiedad al acercarse a un mirador o precipicio, subir a un piso alto, atravesar puentes, permanecer en localidades elevadas de cines, teatros o estadios; temen las sensaciones de desequilibrio, sudoración o mareo. La sensación de pánico puede ser desmesurada incluso con poca altura.
- Miedo a volar (Aerofobia): Temor irracional y excesivo a viajar en avión, a un accidente, percibir inestabilidad en el avión, pensar en no poder escapar, sensación de no tener control de la situación o a tener pánico durante el vuelo. Experimentan una ansiedad intensa y excesiva que les impiden planear o imaginarse un futuro viaje en avión.
- Claustrofobia: Temor excesivo a los espacios pequeños y cerrados. Tienen dificultad para respirar y miedo a asfixiarse, temor a no poder moverse o escapar; evitan los ascensores, los túneles, el metro, las habitaciones pequeñas o sin ventanas, evitan cerrar la puerta en un baño, etc.
- Fobia a animales (zoofobia): Miedo a algunos animales (perros, pájaros, serpientes, gatos). En el caso de bichos pequeños (insectos, arañas, ratas) aparece una reacción de miedo y sensación de asco o repugnancia. Muchas personas afectadas por esta fobia están conscientes que el animal nos les hará daño, pero piensan que tendrán sensaciones muy desagradables, que perderán el control, o se harán daño al intentar escapar.
- Fobia a la sangre, inyecciones o heridas (hematofobia). Las personas con este tipo de fobia suelen evitar todas las situaciones donde pueden ver o estar en contacto con la sangre. La mayoría de ellos temen a las inyecciones. En presencia de agujas, sangre o heridas se incrementa la ansiedad (palpitaciones, incremento de la frecuencia e intensidad de la respiración, tensión muscular, sudoración); posteriormente, un rápido descenso de la presión sanguínea y del ritmo cardíaco, que produce mareo y posible desmayo.
La terapia cognitivo-conductual trabaja con los pensamientos, las sensaciones y el comportamiento, y sugiere maneras para superar las fobias. Esta terapia enseña a la gente a corregir la estructura de pensamientos que le llevan a sus síntomas fóbicos.
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