Esta historia aporta una gran enseñanza. A veces, en la vida diaria estamos demasiado ocupados en el ir y venir, corriendo de un lado para otro, que no tenemos tiempo para afilar el hacha, de cuidar de nosotros mismos, dejando de lado las cosas que son verdaderamente importantes.
El ser humano acostumbra, desde su más pequeña infancia, apegarse a sus figuras más significativas, especialmente, a la madre. Pero no sólo nos apegamos a las personas sino también a muchas cosas. Nos apegamos a nuestros padres, a la familia, a nuestros maestros y amigos. Pero también lo hacemos con los objetos, los lugares, las experiencias… con todo aquello que nos trae recuerdos, particularmente, agradables.